Mi exmarido arrancó el papel tapiz después de nuestro divorcio porque “lo pagó él” – seis meses después me llamó para decirme: “Tengo algo importante que contarte”
Mi exmarido y yo compartimos ocho años de vida juntos. Una hermosa casa que renovamos entre los dos, dos hijos adorables y muchos planes para el futuro. Pero detrás de esta imagen perfecta, se escondía una amarga verdad: me estaba engañando con su secretaria.
Cuando descubrí los mensajes, las citas secretas y las mentiras, al principio no quería creerlo. Luego, me enfrenté a la realidad. Trató de restarlo importancia, de justificarse, pero nada podía reparar esa traición.
Pedí el divorcio. Él se fue, dejándome sola con los niños y con los recuerdos rotos.
Un día, mientras estaba en casa de mis padres con los niños, él regresó a la casa para, supuestamente, “llevarse algunas cosas”. Pero cuando volví, descubrí que había arrancado el papel tapiz del salón.
El mismo que habíamos elegido y puesto juntos después de largas discusiones. Incluso dejó una nota que decía: “Lo pagué, así que lo tomo”. Como si el pasado pudiera comprarse o despegarse con facilidad.
Estaba furiosa, pero, extrañamente, también aliviada. Ese gesto mezquino me abrió los ojos: ese hombre ya no era más que un capítulo cerrado.
Un mes después, cuando todo parecía haber quedado en el pasado, Dan me llamó de manera inesperada. Cuando contesté el teléfono, me dijo que tenía algo importante que contarme…
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— “Hola… Quería decirte que estoy pensando en ti… en los niños… en todo eso. Te extraño.”
Había en su voz una fragilidad inusual. Tal vez un atisbo de arrepentimiento. Pero para mí, ya era demasiado tarde. Ya no era la mujer que esperaba una disculpa. Era la mujer que había reconstruido su vida, pedazo por pedazo, pared por pared.
— “Dan, te deseo toda la felicidad del mundo, pero he pasado página.”
Y era cierto.
Pinté el salón, cambié las cortinas y colgué cuadros coloridos. Cada detalle ahora reflejaba mi personalidad, no la nuestra. Incluso transformé el antiguo dormitorio conyugal en un taller de pintura, una pasión que había dejado de lado durante mucho tiempo.
Un mes después, me uní a un club de lectura para encontrar algo de paz. En una de las reuniones, rodeada de mujeres amables, conté la historia del papel tapiz. Las risas estallaron. Una mujer, Cassie, exclamó: “¿Un hombre que arranca el papel tapiz por venganza? ¡Es patético!”
El tiempo pasó. Un día, Cassie me presentó con orgullo a su prometido. Era Dan. Ella no sabía nada. Cuando le dije que era mi exmarido, el silencio se apoderó del lugar. Luego, ella lo comprendió: “Espera… ¿esa historia del papel tapiz… era él?”
Dan palideció. Cassie, sorprendida, se dio cuenta de que se había enamorado de un hombre muy diferente de aquel que él pretendía ser.










