😱😲 Tras la pérdida de mi esposo pensé que su hermana quería apoyarme. Pero su verdadero motivo me dejó en shock.
Habían pasado tres semanas desde aquel día en que mi marido ya no estaba — todo sucedió de repente. Aún no podía creer que se hubiera ido. Los días pasaban en un estado de entumecimiento: apenas comía, no salía de casa, solo intentaba respirar.
Por la noche sonó el teléfono. Era la hermana de mi esposo. Su voz era suave, casi compasiva:
— Kate, no puedes estar sola ahora. Ven a mi casa, he preparado té.
Dudé, pero decidí ir. Después de todo, somos familia y ella también había perdido a su hermano. Quizá juntas sería más fácil.
Me recibió en la puerta, me abrazó brevemente y me llevó al salón. La casa olía a cena.
😵 Nos sentamos a la mesa, sirvió té, me miró fijamente y me propuso algo que aún me deja helada. 👇👇
Me preguntó:
— ¿Qué piensas hacer con el fondo para los niños?
No entendí al principio. Miranda explicó: como Peter ya no estaba, no tendríamos hijos, y el dinero guardado para el futuro «podría servir» para la educación de sus hijas.
Me quedé sin palabras. Pero no se detuvo: sacó una hoja con un horario — cuándo debía recoger a sus niñas en la escuela, ayudarlas con las tareas, hornear galletas para la feria escolar. Todo esto mientras yo apenas podía con mi propio dolor.
— Mejor que estar sentada llorando, ¿verdad? — sonrió.
Se me hizo un nudo en la garganta. Quería mi dinero y mi tiempo.
Ya iba a responder cuando llamaron a la puerta. Miranda, molesta, fue a abrir. En el umbral estaba su madre, mi suegra Susan. Entró de inmediato y dijo fríamente:
— Miranda, no obtendrás ni un centavo de ese dinero.
Miranda palideció. Susan explicó que había escuchado toda la conversación por las ventanas abiertas y acusó a su hija de egoísmo: primero la usó como niñera durante años, y ahora quería usarme a mí — la viuda de su hermano.
— Es cruel, y no lo permitiré, — concluyó Susan con firmeza.
Luego se volvió hacia mí y añadió con suavidad:
— Vete a casa, Kate. Yo me ocuparé de esto.
Salí conteniendo las lágrimas. El camino de vuelta fue en silencio. Por la noche, sentada en el sillón de mi esposo, recibí un mensaje de Miranda: «Gracias por poner a mamá en mi contra. Espero que estés feliz».
No respondí. Ahora entendía claramente las palabras de Peter: «Algunos te aman solo por lo que puedes hacer por ellos. Los demás te aman simplemente por lo que eres».











