😵😨 Mi marido estuvo en coma durante una semana entera, y yo me sentaba junto a su cama llorando, incapaz de detener las lágrimas. De repente, una niña de seis años me susurró suavemente: « Qué pena me da, señora… ¿Por qué siempre viene y llora? En cuanto usted se va, él hace una fiesta. »
Venía a verlo todos los días. Me sentaba a su lado, le tomaba la mano fría y susurraba:
— Por favor, despierta…
Llevaba una semana inmóvil. Los médicos decían que podía oír. Yo hablaba durante horas — pidiéndole perdón, contándole cuánto lo lamentaba.
Fue justo después de nuestra última discusión que lo llevaron al hospital. Le grité, lo acusé de infidelidad y le dije que pediría el divorcio. Una hora después me llamaron para decirme que había tenido un derrame cerebral.
Cada día regresaba. Me sentaba junto a él, le tomaba la mano fría y susurraba:
— Por favor, despierta…
Los médicos decían que en coma podía oír. Hablaba durante horas — sobre nosotros, la culpa, el dolor. A veces parecía que sus dedos temblaban un poco, y yo creía que estaba allí, de alguna manera.
Por la tarde, cuando ya me iba, una niña de unos seis años, con trenzas y ojos serios, me llamó:
— Señora, ¿por qué llora siempre? Él no está dormido.
No entendí al principio.
— ¿Qué?
— Pues, cuando usted se va, él se levanta. Lo vi. Incluso se reía.
😱😲 Sentí como si me hubiera atravesado una descarga eléctrica…
Continuación en el primer comentario 👇👇👇
Lili me dijo en voz baja la verdad: «Tía Alicia, él no está dormido. Se levanta y habla con otra mujer.» Mi corazón se encogió. No podía creerlo. ¿Sería solo la fantasía de una niña?
Al día siguiente decidí comprobarlo. Llegué temprano al hospital, encontré el pasillo vacío y me escondí detrás de una cortina cerca de la habitación. Respiraba despacio, el corazón me latía con fuerza. Cada paso de una enfermera resonaba en mis oídos.
De pronto, la puerta se abrió. Entró una mujer que no conocía. Mark se levantó de la cama, sonreía, hablaba con ella tranquilamente. Me quedé helada. Todo lo que Lili había dicho era verdad. No estaba en coma, no dormía — fingía, mientras yo sufría creyendo que estaba enfermo.
Con manos temblorosas saqué el teléfono e hice varias fotos. Cada una era una prueba de su mentira, su manipulación, su traición. Mi corazón dolía, pero dentro de mí crecía una ola fría y clara de fuerza.
Más tarde se descubrió aún más: el médico que atendía a Mark era su amigo y cómplice. Juntos habían creado la ilusión del coma para mantenerme bajo control y manipularme. Finalmente, el médico fue responsabilizado, igual que Mark.
Salí de la habitación sintiendo alivio. Había visto la verdad con mis propios ojos. Desde ese momento comenzó mi verdadera libertad.











