😨😱Mi amiga irrumpió en mi casa aterrada: en sus manos, un cartel arrugado — «¡Busik ha desaparecido!». Empezamos a buscar al gato. Cuando lo encontramos, tenía una memoria USB colgada del cuello, y su contenido nos dejó heladas.
Si la vida me ha enseñado algo, es esto: detrás de las palabras «¡Gato perdido!» siempre hay algo mucho más grande que una simple mascota desaparecida. Lo aprendí por experiencia propia.
Por la mañana, mi amiga Liusia llegó corriendo a mi casa, en pánico: llevaba en las manos el cartel «¡Busik ha desaparecido!».
— ¡Ha desaparecido! — sollozaba. — ¡Mi bebé! ¡Mi peludo!
— Liusia, — intenté calmarla, — quizá solo se fue con la vecina, ¿no?
Primero fuimos a ver a la anciana gruñona del piso de abajo, que no soportaba a Busik. Entramos con la excusa de pedir un poco de sal. Pero Busik no estaba allí.
Estábamos a punto de irnos cuando Liusia recordó: la noche anterior, un hombre vestido de negro rondaba su edificio. Un repartidor…
Lo encontramos — sí, era un repartidor de pizza. Solo que la pizza la entregaba… al vecino que había salido de viaje una semana antes.
El corazón me latía con fuerza. Nos miramos. Sin pensarlo, Liusia sacó una horquilla. Click. La cerradura cedió.
Dentro — docenas de cajas. Todas con la inscripción: «Comida premium para gatos».
— ¿Es… un mercado negro de gatos? — susurré.
Entonces sonó el teléfono. En el contestador se escuchó una voz masculina, grave y tranquila:
— ¿Buscan al gato? Vengan por él. Calle Riverstone, 13.
😨😯Nos estremecimos. El corazón se nos detuvo un instante, pero corrimos sin dudar.
En un viejo garaje, entre latas vacías, realmente estaba Busik — vivo, contento… y con una memoria USB en el cuello, cuyo contenido nos dejó sin aliento.
📂 Primer comentario👇👇
En el pendrive había archivos contables de una clínica veterinaria propiedad de ese mismo «repartidor». Usaba a Busik para sacar documentos en secreto: el gato paseaba… y con él, los secretos.
Cuando todo se descubrió, la policía no pudo contener la risa, y Liusia lloraba de felicidad, jurando que nunca más dejaría solo a su espía peludo.
Y yo saqué una conclusión:
si una amiga te pide ayuda para buscar un gato — lleva guantes, una cámara y nervios de acero.
Porque con los gatos, en nuestra vida, todo termina como en una historia de detectives.










