Cada mañana, un gato viene a nuestra pequeña pescadería, sosteniendo una hoja en la boca como si fuera su dinero, y a cambio pide un pez

Interesante

😵😍 Cada mañana, un gato viene a nuestra pequeña pescadería, sosteniendo una hoja en la boca como si fuera su dinero, y a cambio pide un pez. Pero un día vino con sus amigos, y no sabía si reír o llorar por lo que hicieron.

Cada mañana, el gato llega a nuestra pequeña tienda de pescado. Gris, callejero, pero con unos ojos inteligentes — como si entendiera todo. Sostiene una hoja entre los dientes y se sienta frente al mostrador, esperando que lo note.

Al principio pensé que era una coincidencia. Luego entendí: no, lo hace a propósito. Cada día deja su “pago” frente a mí y me mira como diciendo:
— Aquí está mi dinero. ¿Dónde está mi pescado?

Los vecinos se reían, pero yo no pude resistirme — empecé a cortarle un trozo de pescado fresco. Así siguió durante semanas: una hoja — un almuerzo.

Pero una mañana abrí la puerta y casi dejé caer el cuchillo.
Delante de la tienda había tres gatos, y mi viejo amigo estaba en medio de ellos — serio, orgulloso, como un verdadero jefe.

😲😲 Y entonces hicieron algo que me dejó sin saber si reír o llorar…

Continuación en el primer comentario 👇👇👇

Una mañana, mi gato no vino solo. Llegó con tres amigos — grises, atigrados, peludos. Cada uno sostenía una hoja en la boca, como si fuera un pequeño pase para entrar en nuestra “tienda”.

Mi viejo amigo empezó a repartir las hojas entre sus compañeros, colocándolas delante de ellos. Los tres se sentaron pacientemente, mirándome. Sus ojos brillaban, sus colas se movían — estaba claro que conocían las reglas: hoja significa pescado.

Me costaba contener la risa. Los vecinos se asomaban a la tienda y murmuraban: «¿Qué espectáculo es este hoy?»
Pero yo sabía que no era un juego. Los gatos sabían exactamente lo que hacían y esperaban a que les diera a cada uno un trocito de pescado fresco.

Se quedaron allí, tranquilos, como si comprobaran si era justa. Y solo cuando puse el pescado frente a ellos, los tres maullaron al mismo tiempo — satisfechos y orgullosos, como si hubieran recibido su merecida recompensa.

En ese momento comprendí que nunca antes había visto una “tienda de gatos” tan bien organizada.

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El Lindo Rincón