Cada día un perro triste llegaba a la iglesia

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😞 Cada día, un perro triste llegaba a la iglesia. Se sentaba en silencio en un rincón y escuchaba atentamente las oraciones. Un día, el sacerdote, intrigado por su presencia diaria, decidió averiguar el motivo — y lo que descubrió lo dejó conmocionado.

Después de la misa, se acercó al perro, se arrodilló y lo acarició con ternura. El perro suspiró profundamente y miró hacia el altar, como si recordara algo.

En su viejo collar desgastado, el sacerdote encontró una pequeña placa metálica. El texto decía: «Bim. Si estás leyendo esto, es que ya no estoy. Gracias por ser mi amigo. — Anna».

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Ese mismo día, el sacerdote preguntó a los feligreses si recordaban a una mujer llamada Anna.

Le contaron que Anna solía venir a la iglesia con ese perro. Siempre se sentaban en la última banca, y durante las oraciones ella apoyaba la mano sobre su cabeza.

Un año antes, Anna había fallecido tras una larga enfermedad. Desde su funeral, Bim venía solo cada día — siempre al mismo lugar, como si aún la esperara.

El sacerdote se conmovió. Desde entonces, cada mañana dejaba una manta y un cuenco de agua para el perro. Durante sus sermones, hablaba con frecuencia de la fidelidad y el amor que incluso un perro podía llevar en su corazón.

Pasaron varios meses. Un día, Bim no volvió. Lo encontraron dormido para siempre bajo el banco — justo en el lugar donde siempre había esperado a su dueña. Lo enterraron junto a Anna, bajo el árbol detrás de la iglesia.

Desde entonces, hay una placa en ese banco:
«Aquí se sentaba Bim — un amigo fiel y un verdadero ejemplo de amor. Que su alma haya encontrado paz junto a aquella a quien esperó hasta su último aliento.»

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El Lindo Rincón