Besé al atractivo director general que yacía en coma, pensando que nadie se enteraría jamás

Vibras Positivas

😵😲 Besé al atractivo director general que yacía en coma, pensando que nadie se enteraría jamás. Pero ocurrió algo para lo que no estaba preparada — un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

La noche en el hospital parecía interminable. Yo estaba de nuevo a su lado — como siempre. Revisaba los monitores, cambiaba los vendajes, hablaba en voz baja, como si tuviera sentido.

Tres años — tres años infinitos — había permanecido inmóvil. Un hombre cuyo nombre alguna vez llenó las portadas, cuyas empresas valían millones, y ahora — solo silencio y un débil pulso bajo una piel fría.

A veces sentía que hablaba conmigo misma. Pero aun así contaba — sobre el clima, la gente, la vida más allá de esas paredes.
Y hoy, cansada de ese diálogo mudo, susurré:
— No soportarías tanto silencio, ¿verdad?

😱😯 No sé por qué lo hice, pero me incliné y toqué sus labios. Era prohibido, inaceptable, pero dentro de mí ardía la nostalgia, la esperanza de que aún estuviera vivo. Y entonces sucedió algo que nunca habría podido prever, ni siquiera en mis fantasías más atrevidas. Por un instante, todo se detuvo…

👉 Continuación en el primer comentario 👇👇👇

Ocurrió más rápido de lo que pude respirar. El monitor comenzó a pitar, los dedos del paciente se movieron, y luego… su mano rodeó mi cintura con una seguridad que parecía decir que nunca había dormido.

Los médicos irrumpieron en la habitación como una tormenta — luces, gritos, órdenes. Todos lo llamaban un milagro. Y yo solo sentía el ardor del recuerdo… de aquel beso que nadie debía saber. El beso que di cuando ya no tenía esperanza.

Cada día se fortalecía más. Recordaba quién era, la empresa, la noche del accidente.
— ¿Me hablabas? — preguntó un día.
— Sí… para no dormirme.
— ¿Y el beso?

Mi corazón se detuvo.
— Un error… — susurré.
— Tal vez no, — respondió con una dulzura que apenas pude soportar.

Los rumores se extendieron más rápido que un rayo. Me llamaron a la dirección: traslado a otro departamento. La reputación ante todo.

A la mañana siguiente, Ethan había desaparecido. Se había dado de alta solo. Ni una despedida.

Me mudé a una pequeña clínica, intentando olvidar todo. Y entonces — en la puerta, su voz:

— Enfermera Grey… necesito un examen.

Levanté la vista. Estaba frente a mí — vivo, seguro — con la misma mirada que una vez me hizo perder la cabeza.
— Te encontré, Lia, — dijo en voz baja.

Calificar artículo
El Lindo Rincón