Una abuela maravillosa cumple cada día el rol de estatua viviente para alimentar a su nieto de 2 años.Cada día, se pinta el cuerpo de plateado, lista para enfrentar las condiciones meteorológicas y las miradas de los transeúntes. Trabajar en la calle, bajo el sol ardiente, es agotador, pero para Mumun es una necesidad.
Permítanos presentarles la emotiva historia de Mumun, una abuela de Malasia que tuvo que enfrentar un desafío considerable. Su recorrido nos ha tocado profundamente, y esperamos que le inspire tanto como lo ha hecho con nosotros.
Mumun, una mujer de unos sesenta años, vio cómo su vida cambiaba drásticamente después del divorcio de sus hijos y el abandono de su nieto, Reihan, que apenas tenía 2 años.
Se puede imaginar el dolor de esta abuela, obligada a asumir responsabilidades parentales en una edad en la que muchas personas piensan en relajación y descanso. Sin embargo, para ella, la situación era clara. El cariño que sentía por Reihan superaba todo.
Antes de esta historia, Mumun trabajaba como asistente doméstica. Sin embargo, sin un empleo estable y con su nieto a su cargo, se vio obligada a encontrar una solución inmediata.
Vendió todas sus pertenencias para comprar pintura plateada y se convirtió así en una estatua viviente. Sí, así es. Una estatua humana.
Cada día, se pinta el cuerpo de plateado, lista para enfrentar las condiciones meteorológicas y las miradas de los transeúntes. Trabajar en la calle, bajo el sol ardiente, es agotador, pero para Mumun es una necesidad.
Ella permanece allí, inmóvil, con su pequeño Reihan siempre a su lado, vigilándolo mientras espera que un transeúnte generoso deje una moneda en su caja.
Mumun ganaba entre tres y seis dólares al día. No mucho, ¿verdad? Pero cada centavo iba para alimentar a Reihan. Cuando alguien ponía una moneda en su caja, ella comenzaba a moverse y a cantar suavemente, antes de volver a su posición inmóvil.
Y repetía este ciclo todo el día hasta el anochecer.
Es una lucha constante. Mumun explicaba lo difícil que era equilibrar su trabajo, cuidar de Reihan y preguntarse continuamente si tendría suficiente comida para alimentarlo por la noche.
“Lo principal es comprar comida para Reihan”, solía repetir. Nunca se quejaba, siempre decidida a ofrecer lo mejor a su nieto.