Los conejos son objeto de muchos prejuicios. Tienen la oscura reputación de ser animales rígidos, sin expresión, con un carácter caprichoso e incluso un poco tontos.
Sin embargo, estos pequeños mamíferos también tienen buenos aspectos: tienen caritas encantadoras y, cuando se los trata con amabilidad, pueden mostrar mucha afectuosidad. De todos modos, les contaremos una historia tan conmovedora que seguramente verán a los conejos bajo una luz completamente nueva.
Los hechos ocurrieron en el pueblo de Azov, en la región de Omsk, en la Federación de Rusia. Allí se encontraba un gran conejo gris con la cola blanquecina, que parecía totalmente ordinario, pero que había hecho algo notable por tres cachorros abandonados.
Parece que el conejo mostró un verdadero instinto maternal, ya que los resguardó del frío, los alimentó, los calentó y los cuidó como si fueran sus propios bebés. ¡No se puede permanecer indiferente ante una escena tan conmovedora!
Una mujer notó un día un gran agujero al lado de su casa. Cuando lo examinó más de cerca, se sorprendió al ver la presencia del famoso conejo. Al investigar, se dio cuenta de que el pequeño animal provenía de una granja ubicada a 3 km del pueblo.
Se había escapado y había terminado instalándose cerca de su casa, donde había cavado un gran agujero en los alrededores. Como el conejo estaba contento de vivir sin molestias en su madriguera, ella comenzó a alimentarlo gradualmente. Tímido y preocupado al principio, el conejo finalmente se acostumbró a la presencia de la mujer y comenzó a confiar en ella.
Una mañana, la mujer se sorprendió al ver un enorme perro cerca de la madriguera del conejo. La mujer estaba aterrorizada pensando que algo grave iba a suceder: pensaba en la seguridad de la dulce criatura a la que se había acostumbrado tanto. Pero, en realidad, ambos se habían refugiado en el agujero para protegerse del frío.
Aún más sorprendente, al examinar más de cerca el interior de la madriguera, pronto descubrió la presencia de tres pequeños cachorros. Finalmente, toda una familia vivía en la madriguera. Conmovida por la escena, la mujer decidió sin dudarlo darles de comer.
Después de la muerte de su madre, el conejo cuidó con gran atención de los tres cachorros y los recibió como si fueran sus propios bebés.
Estaba muy atento a ellos, negándose a dejar la madriguera, alejando a los posibles felinos que se acercaban al refugio, acariciándolos y protegiéndolos.