El colegial Romeo Cox salió de la ciudad de Palermo el 20 de junio y, con su padre Phil, caminó hasta Londres para visitar a la abuela Rosemary.
En un recorrido de casi tres mil kilómetros, debieron atravesar el territorio de Italia, Suiza y Francia.
El viaje resultó increíble y lleno de obstáculos. En Roma, padre e hijo tuvieron que luchar contra una jauría de perros callejeros, en el Reino Unido, para domesticar a un burro salvaje.
Los viajeros caminaban a través de montañas y densos bosques, navegaban a lo largo del río en bote, montaban en bicicleta y en burro. Según Romeo, montar en bicicleta era tan incómodo que hubiera sido mejor caminar esa distancia.
Pasaron la noche donde pudieron: en iglesias, albergues, campamentos e incluso en el suelo de casas de extraños.
Muchos querían ayudar, conocer a los viajeros, muchos les ofrecieron una deliciosa cena y la oportunidad de relajarse.
El 21 de septiembre, 93 días después de iniciado el viaje, Romeo y su padre finalmente llegaron a Trafalgar Square.
“Nos resbalamos varias veces. Dormimos bajo un avispero, lo cual, por supuesto, no fue una muy buena idea. Pero nunca nos rendimos”, recuerda el estudiante.
Luego de dos semanas de cuarentena, se produjo el tan esperado encuentro de la abuela Rosemary con su nieto. Después de pasar 93 días en el camino, el niño finalmente pudo tenerla en sus brazos. Y la mujer pudo respirar tranquilamente, sabiendo que Romeo ya estaba a salvo.
La familia en su calle natal, Southborough Road, fue recibida con un fuerte aplauso por parte de los vecinos.
Algunos incluso decidieron caminar con padre e hijo en la marcha desde Trafalgar Square hasta la casa de Rosemary. Posteriormente hubo una pequeña fiesta con tarta y champagne, donde Romeo contó los detalles de su increíble aventura.