Un pequeño se acercó al sacerdote y dijo: «Ya no vendré más a la iglesia».
El sacerdote preguntó: «¿Por qué?» El niño respondió: «He visto a personas que vienen a la iglesia hablar mal de los demás, muchos miembros miran sus teléfonos durante el servicio, y estas son solo algunas cosas que he notado».
El sacerdote dijo: «Está bien, pero antes de irte, hazme un favor: toma un vaso lleno de agua y camina por la iglesia tres veces sin derramar ni una sola gota en el suelo.
Luego, si quieres, puedes irte». ¡El niño estaba seguro de que sería fácil! Caminó tres veces como el sacerdote le pidió. Cuando terminó, le dijo al sacerdote que estaba hecho.
El sacerdote preguntó: «Mientras caminabas por la iglesia, ¿viste a otros hablando mal de los demás?» El niño respondió: «No». El sacerdote continuó: «¿Viste a alguien mirando su teléfono?»
El niño dijo: «No, no vi a nadie». El sacerdote explicó: «¿Sabes por qué? Estabas enfocado en no derramar el agua. Lo mismo sucede en nuestras vidas».