Un estadounidense llamado Rubin Swift voló desde Ohio a Phoenix durante cuatro horas, pensando solo en una cosa: su recién nacida hija Ru-Andrea. La madre rechazó al niño y el padre obtuvo la custodia con anticipación, solo quedaban pequeños detalles, recoger al niño del hospital y llevarlo a casa. Pero él no sabía que la burocracia ya le tenía preparado un golpe duro.
Siendo un buen y cuidadoso padre, Rubin decidió preparar todo con antelación. Compró boletos para el vuelo de regreso de Frontier Airlines y los revisó en el mostrador para aclarar: ¿cuáles son las reglas para volar con un bebé? Le informaron que necesitaba un certificado de nacimiento y un certificado del hospital, sobre la ausencia de contraindicaciones para el vuelo.
El padre consiguió todo esto sin problemas, pero cuando llegó al aeropuerto con la pequeña Ru-Andrea en brazos, le dijeron: espera, no puedes subir al avión.
Los documentos estaban en orden, pero las reglas internas de esta aerolínea permiten vuelos solo para niños que tengan al menos 7 días de edad.
Ru-Andrea solo tenía 4 días, así que tenía que esperar tres días. Con un bebé en brazos, en medio del aeropuerto. Rubin pidió que le devolvieran el dinero del boleto: él llegaría a casa de otra manera. Pero los representantes de la aerolínea simplemente levantaron las manos: lo siento, no antes de siete días.
Y así, padre e hija se quedaron sin dinero, sin un lugar para quedarse y sin la oportunidad de regresar a casa.
Mientras Rubin volaba a través del país por su hija, inmediatamente después de nacer, ella estaba bajo el cuidado de Joy, una ex enfermera y ahora voluntaria en el hospital.
Y el desanimado padre no pudo pensar en nada mejor que pedir ayuda a ella; vio cómo una anciana sostenía a su hija y sabía que tenía un corazón amable. Rubin no quería ser grosero tampoco, pensó que simplemente le prestaría un auto o le pediría que lo llevara a él y a su hija a casa, aunque el trayecto no fuera cercano.
Pero Joy decidió de otra manera: insistió en que el padre y la hija se convirtieran en sus huéspedes. ¿Qué son tres días para arriesgarse y hacer un poco de alboroto?
Tres días después, cuando Ru-Andrea cumplió siete días, ella y su padre volaron a casa tranquilamente. La aerolínea no siente ninguna culpa, las reglas son reglas, pero para los estadounidenses comunes, esta historia se ha convertido en un ejemplo de cómo la ayuda mutua y la compasión deben vencer a la burocracia.
Joy sabía que Rubin y su hija necesitaban ayuda y, sin dudarlo, dejó entrar a un completo desconocido en su casa. Pero ahora se han convertido en mejores amigos y Rubin juró que acudiría a su llamada en cualquier momento.