Verdadero prodigio académico, a tan solo 12 años, Laurent Simons ya se ha graduado en física, con un coeficiente intelectual notable de 145. Brillante, ambicioso y decidido, quiere revolucionar el mundo científico buscando un método innovador que permita prolongar indefinidamente la vida humana.
«Mi objetivo es hacer que el cuerpo humano viva eternamente», clama este pequeño genio en ciernes. Encarnar una nueva generación decidida a superar los límites de nuestra comprensión y explorar horizontes científicos inéditos.
Aquí tenemos a un joven que nos deja pensando… Con solo 12 años, Laurent Simons ya ha conquistado el mundo académico con un título en física.
Brillante, se graduó a los 8 años, antes de ingresar a la universidad a los 9 años y repetir con una nueva mención después de un año. Hay que saber que su coeficiente intelectual es excepcional, medido en 145, desafiando así cualquier estimación convencional.
Inicialmente inscrito en ingeniería en los Países Bajos, Laurent interrumpió su curso debido a desacuerdos académicos. Su solicitud para continuar sus estudios fue rechazada, llevándolo a abandonar esta vía académica.
Aunque se niega a entrar en el libro Guinness de los récords como el graduado más joven, Laurent sigue siendo una verdadera fuente de inspiración para todos aquellos que quedan fascinados ante su increíble trayectoria intelectual y sus elecciones atípicas.
Ciertamente, Laurent soñaba con ser el primero en obtener un título antes de los diez años, pero su ambición va mucho más allá de esta consagración: su verdadero objetivo es mucho más audaz y temerario, ya que busca hacer que el cuerpo humano sea potencialmente eterno, extendiendo el umbral de los límites actuales de la vida.
«Me gustaría inventar órganos artificiales que sustituyan a los reales. Así, mis abuelos también podrían vivir más tiempo. ¡Mi objetivo es poder vivir eternamente!», ha declarado este pequeño genio.
El niño está efectivamente muy cercano a sus abuelos con quienes ha desarrollado un vínculo muy estrecho durante sus primeros años en Ostende, Bélgica.
El simple hecho de imaginar perderlos prematuramente lo impulsa a redoblar sus investigaciones. «Mi objetivo es sustituir tantas partes del cuerpo como sea posible por componentes mecánicos. La física cuántica es la primera pieza del rompecabezas…», explica con convicción.