Matthew trabajaba como camionero en el estado de Texas y tenía un compañero inusual en sus viajes: un gato negro llamado Ash.
A lo largo de tres años, Ash y Matthew se convirtieron en amigos inseparables y viajaron juntos por la inmensa extensión de América.
Hace un par de años, se detuvieron en un pequeño pueblo en Ohio, y de alguna manera Ash logró escapar de la cabina. El entorno desconocido lo asustó y se escapó entre los arbustos.
Durante varias horas, Matthew buscó al gato, pero sin éxito. Incapaz de encontrar a Ash y con obligaciones laborales que le exigían continuar su viaje, Matthew golpeó la carretera a regañadientes. Durante este tiempo, aceptó encargos de viajes específicamente en esa región, con la esperanza de encontrar a Ash.
Sin darse cuenta, una mujer llamada Kimberly vino en su ayuda sin saberlo. Encontró al gato callejero y lo llevó a un refugio.
Afortunadamente, descubrieron que Ash tenía un microchip y lo rastrearon hasta Matthew, quien no podía creer que vivía a solo dos kilómetros y medio de ellos. Lo llamaron y compartieron la noticia sobre el gato.
Abrumado de alegría, Matthew corrió de inmediato, dejando todo atrás. Lo declaró un milagro de Navidad y no pudo contener las lágrimas al reunirse con su amado compañero, a quien había extrañado tanto.